Se encontraba parada en la misma estación de subte que había transitado todos los días de su vida, en su infancia para ir a la escuela, y ahora para ir a trabajar. De repente, a su lado se sentó una mujer zaparrastrosa, con los pelos enmarañados y la piel reseca y sucia. No recordó aquel incidente en su infancia, cuando al ver una mujer así, había querido darle un moneda. En su mente ya no quedaban pensamientos inocentes, sino lo que le habían enseñado, lo que la sociedad le decía que pensara.
Tomó su cartera con fuerza y se corrió asqueada.
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