-No hay tiempo.
-Ya me dí cuenta.
Pasó por allí una mujer zaparrastrosa mendigando por unas pocas monedas. El hombre la ignoró. La niña miró con curiosidad a aquella mujer tan particular. Sus manos estaban sucias y sus largos cabellos, grasosos y desarreglados. La mujer aguardó ante la mirada de la pequeña.
-Papá, podemos darle una moneda?
El hombre miró con desprecio a la mujer que se encontraba al lado de su hija. Ésta se alejó.
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